Nos mirábamos. No hacía falta
decir nada, pues nuestras expresiones hablaban por nosotros. No soportaba el
aire correr entre nuestros cuerpos, separándonos el uno del otro. Por mi nariz
corrían las gotas de sudor de un día que había amanecido sin actividad.
*
En otra parte de la villa unos
ojos furiosos se encontraban. Dos cabezas mirándose sin fuerzas para articular
palabra. Cabellos ondeando en un mástil de hueso. Rostros fruncidos al recibir
la luz del mediodía.
*
– ¿Quién debería hacer los
honores? –pregunté.
– Bueno –dijo ella con una
sonrisa-, quizá deberíamos dejarnos de formalismos –sonreí.
Cada uno observaba los
movimientos del otro, ninguno queríamos empezar, pero tampoco nos alegraba
quedarnos rezagados.
*
– ¿Te parece bonito? –preguntó ella.
– ¡Pero si no he hecho nada! –respondió.
– Por eso mismo. Te dije la
última vez que nos vimos que cuando volviéramos a encontrarnos hacíamos eso,
aunque no quisieras.
– Hombre, normal no es para dos
personas en nuestra situación –respondió él.
*
Ella se abalanzó, yo hice lo
mismo elevando mi katana para defenderme del golpe. Paré una estocada. Dos.
Tres. Seguí en la defensiva hasta que observé un hueco en su posición para
contraatacar. Así lo hice. Segundos más tarde, cayó de rodillas soltando su
arma…
*
– ¿Nuestra situación? Joder, que
llevamos peleados unos días. Tampoco te vas a morir por darme un beso, ¿no? –acusó
ella.
– Hombre, no… Pero si estamos
peleados, estamos peleados.
– Pues yo no quiero estar más
tiempo enfadada contigo. Así que, o me besas o lo haré yo…
Sin pensarlo dos veces, se
abalanzaron el uno hacia el otro para fundir sus labios en un beso que se les
hizo cálido, pero no tan largo como necesitaban.
Deivid León.
Dejad que vuestra imaginación vuele libre.
Deivid León.
No hay comentarios:
Publicar un comentario