domingo, 7 de febrero de 2016

Mientras vivo

Mientras estoy asomado a la terraza, una pareja pasa agarrada de las manos y balancean esa unión como si de ello dependiera su felicidad; un caballero, con apariencia de jubilado, avanza con gran velocidad en un intento de recuperar algo que ha perdido u olvidado; un joven corre, calle a través, con una equipación que podría reflectar todo un estadio de fútbol, y se hace fotos cada pocos metros para, por lo que creo, realizar un seguimiento de su travesía, aunque no entiendo en qué le beneficia pararse cada varios pasos; por otra parte, un hombre parece que sigue a una mujer con mucha prisa, cada vez está más cerca, la observa con detenimiento, más cerca, más aún, se choca con ella, se gira, se disculpan ambos y sigue su camino; un coche pasa acelerando, pero se ve obligado a reducir la marcha porque no todos los conductores se han puesto de acuerdo para poner en riesgo sus vehículos, sus vidas y la de cualquier otro conductor; una mujer en bata vuelve de comprar el pan y, al parecer, la tienda de comestibles, regentada por un asiático al que siempre llaman "chino", es su segunda casa aunque no pase allí más de cinco minutos al día; un motorista conduce por la vía de tránsito para peatones, esto es, la acera, sin que parezca importarle porque esquiva a los caminantes y gana mucho tiempo si no tiene que esperar toda la fila de coches que se está creando por culpa de un semáforo que ha decidido que debía cambiar su vestimenta a un color más provocativo, como es el rojo; un hombre trajeado regresa con aires de superioridad a su hogar, creo, sin recordar que acaba de salir de la estación de metro, quizá tenga su descapotable en el mecánico; a una pobre anciana no le dejan cruzar al otro lado de la calle porque los vehículos caminan demasiado rápido para ella, ahí viene un joven,esperemos que a ayudar a esta pobre mujer, pero no, es otro conductor que se ha percatado que hay que sacar a pasear a su coche, algo que provoca las impaciencias del resto de ciudadanos que van al volante y que se están peleando por ver quién es vencedor de tan amado trofeo; y, por fin, ahí está nuestro querido anciano, ya mucho más tranquilo y con un niño agarrado de la mano, quien está disfrutando de un maravilloso obsequio otorgado por su abuelo: una piruleta.


Dejad que vuestra imaginación vuele libre.


Deivid León.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Humanidad en evolución

"Somos el milagro de la fuerza y la materia convirtiéndose a sí mismas en imaginación y voluntad."
Ray Bradbury

Este relato pertenece al proyecto #ViajesLiterarios de Reivindicando Blogger.
Empezamos el viaje desde Sung, capital del Suryanis ( http://mibauldelashistorias.blogspot.com.ar/ , Cyn)
Llegando a Chicago ( http://elsecretodelaimaginacion.blogspot.com.es/ , Denilight Fireheart)


Me vi obligado a salir de la que fuera la capital de Suryanis, la eterna y altiva Sung, debido a las guerras interraciales. Sung nunca había asistido a una guerra, se podía observar por las características de la ciudad: no poseía murallas que pudieran repeler los ataques, tampoco contaba con fortalezas para ocultar a los altos miembros de la aristocracia y el cuartel parecía un establo en construcción. El ejército sitiado en la capital había perdido toda capacidad de teletransporte, por lo que cualquier intento de huida había sido rechazado. Los soldados confanienses, una raza híbrida creada en los laboratorios de la ciudad ahora sitiada, eran los enemigos. Los asaltantes, mitad reptiles, mitad aves, habían evolucionado, en el transcurso de pocas décadas, de ser simples ratas de laboratorio a ser una raza inteligente capaz de prepararse para la guerra y organizada de una forma desconocida para los defensores, pero tan eficiente que podían realizar estrategias de combate con las que lograron rodear a sus creadores.

Yo, con los portales de teletransporte inutilizados, hui en una cápsula de comercio espacial. Quise observar la ya inerte y diminuta Sung desde las alturas, pero antes de que pensara si quiera en hacerlo, fui asaltado por un crucero espacial disparándome desde el flanco izquierdo para no pudiera dirigir la nave de forma correcta. Advertí su maniobra, ladeé la cápsula hacia el crucero y me coloqué debajo de ella. Antes de que pudiera corregir su dirección la nave confaniense, improvisé un lanzaproyectiles en la descarga de basura para dejarles un pequeño regalo en la base del crucero. Sin embargo, cometí un error: no calculé la gravedad de la explosión y mi nave también fue alcanzada, siendo despedida sin control hacia un portal intergaláctico.

Tras atravesar el portal, la cápsula fue arrastrada por la atmósfera de un planeta coloreado de azul con pecas verdes en sus mejillas, pero no pude sentir las maravillas de ese planeta. En cambio, sentí el calor con el que la entrada a la atmósfera nos golpeaba a la cápsula y a mí, donde perdí el control dentro de la nave y todos los objetos que había dentro.

Logré, por fin, aterrizar en un terreno baldío y con poca vegetación el cual, años después se llamaría Chicago. La nave estaba destruida e incapaz de navegar. Debería acampar allí e intentar buscar repuestos para proseguir mi viaje.


Horas después, percibí que un niño rubio se acercaba y me preguntó qué hacía. Le expliqué que mi nave había caído del cielo y que trataba de arreglarla. Tras una conversación que supuse incoherente y sin fundamento, el niño me regaló una rosa. El pequeño permanecía expectante y me vi en la obligación de buscar entre los restos de la nave un escrito literario que había logrado salvar de una masacre segura. El escrito trataba de la creación y futura destrucción de todo lo conocido como vida. 

Este escrito permanecería durante milenios en la llamada “humanidad” como un texto venerable.


Dejad que vuestra imaginación vuele libre.


Deivid León.

martes, 1 de septiembre de 2015

Distrito 4 (Segunda parte)

Antes de comenzar a leer, si no has leído la primera parte, puedes encontrarla en: 
http://testamentodepapel.blogspot.com.es/2015/09/distrito-4-primera-parte.html
Dicho esto, y sin más preámbulos, ¡comencemos!

Varios coches de policía salieron de la comisaría situada en el distrito cuatro como si el color blanco de un azucarillo les guiase en su aventura. Las sirenas centelleaban alternando el rojo y el azul mientras entonaban un cántico a la justicia. En uno de esos coches, el comisario Montenni y la comisaria Ambra discutían sobre cómo entrar en el almacén.
- Mira, entramos sin hacer ruido, enviamos varios dispositivos a puntos concretos del almacén y los pillamos sin que se den cuenta -sugirió Montenni en un vano intento de apaciguar la furia de su compañera.
- Bueno, ya veremos -contestó guiñando un ojo.


Cuando llegaron al almacén descrito por Di Nomteco, el comisario empezó a dirigir a sus hombres pero, cuando quiso dar sus instrucciones a la comisaria, la sorprendió llamando a la puerta.
- Pero... ¡Ambra!, -gritó intentando superar el ruido de la primera ráfaga de disparos lanzados por su compañera a los guardias que salieron a recibirla-. Dijimos que íbamos a hacerlo despacio...
- Ya -replicó la comisaria-, pero a mí me va la marcha -concluyó sacando la lengua.
Siguieron avanzando a través de un almacén iluminado gracias a los disparos de las armas de fuego. Ambra rodaba por el suelo a la vez que hacía gritar a sus pistolas. Porque sí, ella prefería usar dos pistolas, ya que, con ello, se imaginaba estando en una de las misiones de su heroína favorita.
Mientras su compañera danzaba a placer por la escena, Montenni y el resto de policías avanzaban ocultándose en cada caja que podían para cubrirse de los disparos.
Derribados todos los soldados de Caputo, el comisario mandó a sus hombres a cubrir el resto del perímetro por si quedaba algún hombre escondido mientras él y la comisaria se dirigían hacia la oficina. El resto de policías creían estar ayudando a la misión, pero nada más lejos de la realidad. Montenni quiso alejarlos por lo que pudiera hacer Ambra, no quería sorpresas y la comisaria estaba llena de ellas.


Montenni se cubrió cerca del marco de la puerta a la vez que esperaba que su compañera hiciera lo mismo. En lugar de eso, derribó la puerta de una patada y entró vaciando el cargador de una de sus pistolas en los guardaespaldas del miembro de la mayor familia de contrabandistas de la ciudad.
-Despejado, Mont -aseguró mientras miraba fijamente a través de la pistola que aún apuntaba al que ella llamaba "su presa".
- Pero, ¿cómo no va a estar despejado?, ¡Si no has dejado títere con cabeza! -replicó el comisario mientras sacaba de su funda las esposas que antes le habían sido de utilidad para sonsacarle  información sobre el paradero de aquel al que iban a encarcelar. "Todo estaba ligado" pensó. - Bien, las manos donde pueda verlas...
- Eso, eso, que luego van al pan y también pueden ir un par de balas como consecuencia -saltó la comisaria sacando la lengua.
Caputo se levantó de su cómoda silla con las manos en alto como Montenni le había ordenado y bajo la atenta mirada de Ambra rodeó el escritorio y se dejó poner las esposas por el comisario entre murmullos y gestos de mal humor.
Montenni sacó a Caputo de la oficina con Ambra escoltándoles aún con la pistola en alto. Esa mujer era de gatillo fácil. Caputo empezó a gritar cuando Montenni le hizo bajar el último peldaño de la escalera a la fuerza.
- ¡Esto no va a quedar así, acabaré con vosotros!
En ese momento, varias camillas pasaron frente a ellos con los cuerpos de algunos de los miembros de la banda de narcotraficantes. El resto estaba de rodillas, con heridas de bala en brazos y piernas, custodiados por el resto del equipo de la brigada que ya había bajado las armas pero no les quitaban ojo de encima.
- Mira Ambra, ahí van tus amigos.- En ese momento la comisaria bajo el arma y le dedicó a Montenni una sonrisa cariñosa antes de ir corriendo detrás de las camillas como una madre preocupada por los cadáveres de sus víctimas.
Caputo se quedó blanco ante aquella escena y Montenni tuvo que hacer fuerza alrededor de su brazo para que siguiera caminando y alejará la mirada de Ambra, que ya se había salido trotando por la puerta del almacén.


Ahora Vanclaise y yo queremos plantearos una pregunta para hacer más interesante este relato: ¿de qué está hecha el arma con la que Ambra tortura a Di Nomteco?

Este proyecto es una iniciativa lanzada por Reivindicando Blogger llamada #ProyectoParaDos. Si queréis leer el resto de historias, no tenéis más que entrar en el enlace

A mi compañera y a mí nos dieron unas palabras que debíamos usar para construir la historia. Así que, de ahí sacamos lo que habéis podido leer. Esperamos que os guste, comentéis y compartáis para que vuestros amigos puedan leer las historias de este Proyecto.

Dejad que vuestra imaginación vuele libre.

Deivid León.